viernes, 2 de marzo de 2012

La secretaría de educación pública produce monstruos

Paralajes Arturo Gutiérrez Luna ezluma@gmail.com
La secretaría de educación pública produce monstruos. Su intermitente fracaso nos concierne. La educación no le importa a la secretaría de educación pública. Le interesa más preservar su feudo y sus canonjías por el mayor tiempo posible. Quiere el poder y procura eternizarse. En este contexto, proponerse la excelencia educativa va más allá de su compromiso devocional con el candidato en turno. No la encuentra la excelencia educativa, porque no la busca. Esto debido a que la secretaría de educación pública produce monstruos.
Si no hay interés en la superación de nuestras deficiencias educativas, se provee la oportunidad para la traición y el abandono. Urge más a los funcionarios su inclusión en la alguna fórmula hasta alcanzar la postulación a un cargo de succión de la vida en la enésima administración. Ya que la secretaría de educación pública produce monstruos. El principal producto de la secretaría de educación pública es una rutilante e insuperable mediocridad. Su interés deriva de la política ramplona. Si hay un costo por la actual deficiente educación, lo pagamos los ciudadanos. La sociedad civil requiere hacer algo con la educación. Nosotros mismos hemos de provocar que verdaderamente cambie para mejorar. Nos corresponde exigir que los funcionarios entreguen resultados satisfactorios. Por ello recomendamos “De panzazo” y revisaremos con cuidado El estudiante extraordinario, pues protagonistas de la educación somos todos.
Otra vez nos encontramos en la antesala de la definición de las políticas públicas; deseamos que se piensen mejor, no sólo desde la perspectiva del político en ejercicio de un cargo, sino desde la oportunidad para sanear y mejorar de raíz la educación. El documento “Perspectivas OCDE: México Reformas para el Cambio 2012”, sigue dejando mucho qué desear. La discusión recién comienza. Porque la secretaría de educación pública produce monstruos.

martes, 28 de febrero de 2012

Visitaciones del lenguaje






Por Arturo Gutiérrez Luna




Todo es puerta:
basta la leve presión de un pensamiento.
Octavio Paz

Las invenciones del lenguaje de Marcos Hernández es una obra que destaca por constituirse como un libro arriesgado por su perspectiva desenfadada y su desconcertante tono habitual. El autor ha sabido convocar textos inusitados de humor negro y observaciones heterodoxas ante perplejidades y otras distracciones. Sus páginas confrontan al lector con mundos tangenciales que pasan desapercibidos a menudo.
Lo primero que resalta en esta obra de orfebrería prodigiosa es su tránsito libre por los géneros narrativos. Las invenciones del lenguaje es una pieza de orfebrería realizada con el amor del artesano por la palabra. Un profundo respeto hace decantar el brillo de cada vocablo. Parecería una confrontación desenfrenada y febril la escritura de Marcos Hernández. Más bien, se trata de dar ocasión al sentido de urgencia. Su prosa representa el latido del apesadumbrado.

El humor negro constituye otra nota distintiva de los textos reunidos en Las invenciones del lenguaje. Marcos Hernández, escritor de prodigios, muestra una solvente inteligencia y el distanciamiento del que revela misterios en los textos que escribe. Gran conversador y escritor intenso capaz de exaltar la vida, las cosas que pasan y quedan en vivencias que te marcan. Desde que supe que escribía lo he leído con entusiasmo. Sus ensayos provocan reflexiones valiosas y sus relatos muestran una sorprendente técnica creativa que propicia sonrisas y complicidades.
“Aforinemas” es un término que nos permite caracterizar muchos de los textos ofrecidos en esta obra. El vocablo define una sutil y exacta conspiración contra la sentencia y el verso. No es la una ni lo otro, pero los implica entre las patas de sus renglones. Confluencia donde se abrazan, besan y presentan sus respetos una y otro. Los alcances de estos escarceos propician la apertura a nuevos horizontes. Acaso en el “aforinema” radica la irreverencia saludable en la que se embarca Marcos Hernández en sus textos.

Una pasión afectiva entroniza el propio vocabulario proferido por el autor de estos textos. No es otra, sino la pasión la que determina la puntual intervención de una palabra u otra. Pareciera que se elije la más próxima e inmediata para confabularse con el humor por la vida. Las alusiones al mundo son así representaciones decantadas.
Aún así, este dejo de pasión afectiva respira en las anécdotas y transpira en las historias que Marcos Hernández nos regala. De ahí que la ternura resplandezca a cada tanto.

A Marcos Hernández no le importa alguna suerte de trascendencia. Su escritura es inmediata y responde al vértigo de la vida misma. Hace resonancia de la práctica socrática que posibilita la extracción de las ideas mediante provocaciones y cuestionamientos radicales por parte del interlocutor. En Las invenciones del lenguaje asistimos al juego del preguntar incesante que se arguye a cada tanto hasta alcanzar una aproximación más plausible.
Una entrañable habilidad del autor por el cuento efectivo nos deja absortos con muchas de sus líneas. Las invenciones del lenguaje de Marcos Hernández resulta en una inteligente visitación del lenguaje. Nos propone una expedición al país de las palabras, de las cosas que le incumben a la palabra y sin la cual no existieran.
Pieza de desdoblamientos, el lenguaje es aquí convocado a desdecirse en cada pliegue. Pliegue, doblez, intersticio que conecta otros mundos. Imaginaciones, fantasmagorías desplegadas a vuela pluma. La narrativa de Marcos Hernández se reitera a cada paso. Es paso de gato. Firme, travieso, alterado, disperso, juguetón.

Juan Rulfo decía que lo crucial para el escritor era encontrar el habla de su personaje, porque después, sólo había que escucharlo hablar y verlo hacer a sus anchas en la narración. Víctor Marcos Hernández es, en ese sentido, un artista del trapecio del que pende el lenguaje. No es el canto de sirenas, pero las convoca a cantar junto al autor hasta que el encanto queda establecido y liberarse de su magia y artilugio resulta más que imposible.
Más allá de la definición de las cosas, Marcos Hernández profiere entre nosotros evocaciones imaginarias que contrastan pero también complementan la percepción original y poética de la realidad.

domingo, 26 de febrero de 2012

Paralajes

La literatura que no conecta con nada, que carece de objeto y de tema, que carece de una moraleja y de un contexto dialéctico, no es más que bla bla bla. Richard Rorty
Pensar como movimiento. Como un hacerse incesante e inextinguible. Pensamiento que se asume como invención. Pensamiento que es proyecto. Pensamiento en cuanto collage. Paralaje es un fenómeno que describe el cambio de mirada. Paralajes finca su existencia en el comentario tangencial de noticias relacionadas con la cultura, las letras, la educación, las ideas, el pensamiento en la entidad, apoyada en lo posible en las investigaciones que quien firma realiza sobre la temática. Se trata de investigaciones que pudieran considerarse alternativas a las propuestas, a las ideas imperantes, y en cuya consideración se apuesta por el desarrollo de la cultura local. La mirada necesita ser más franca y evidente. Algo pasa, algo falta; pensar más allá de lo establecido. Debe irse más allá de lo que la metafísica ha planteado. Se trata de fundar un pensar transversal, tangencial, trasterrado de las prácticas más ordinarias y ortodoxas. Pensamiento como contradicción, como diatriba y alegato, apreciado por el impacto de sus ideas. Es la devoción por el viraje. Incitación de fronteras. Asistimos no la estabilidad de los conceptos, sino a su resquebrajamiento. El vértigo de ir más allá de lo conocido procrea una inquietud debido a la desmesura de la encomienda. Se cumple así el compromiso de la digresión, del mismo deslinde. En este sentido, Paralajes se propone como opinión, cual pensamiento de la libertad.